domingo, 26 de octubre de 2014

El suicidio de Dios

(EN)

Podemos reconocer la injusticia y la indignidad de la vida humana allí donde y cuando se produce. Podemos reconocer la perversidad de cualquier sistema social, político y económico que cosifica la vida, reduciendo a los seres humanos a meros autómatas, y su relación con la naturaleza a la dominación/explotación.

Asumimos pues nuestra impotencia como creadores frente a nuestra obra civilizadora que nos domina. Olvidamos que la historia ha sido una creación humana inacabada, e incapaces de continuar nuestra obra hasta el fin de la historia, aceptamos que el fin de la civilización es el único fin de la historia que conocerá la humanidad.

Cuando la humanidad entregó su libertad hasta convertir a hombres y mujeres en piezas sustituibles de un sistema creado por ellos mismos, Dios, descontento con su obra, se rebeló contra su creación y asumió su impotencia hasta el punto de destruirse a si mismo. A su vez, la humanidad, abandonada en un mundo injusto, pleno de sufrimiento, se rebela también contra su propio Dios.

Con un Dios muerto, incapaz ya de acabar con su creación, el ser humano, convertido en dios sobre la Tierra, corre la misma suerte que el Dios metafísico, que en un impulso nihilista se lanzó hacia su autodestrucción.

Los dioses se rebelan contra su creación, y es la obra la que acaba matando al creador.

Nos disponemos a saltar nuevamente al vacío, primero fue la rebeldía metafísica, y ahora es el suicidio colectivo de la humanidad. Nos rebelamos contra el sistema que nos oprime y asumimos nuestra impotencia para cambiarlo, entendiendo pues que debemos morir a la vez que nuestra creación.

Este es el sentimiento del rebelde, que contempla su propia muerte como la afirmación suprema. Pero si nuestra obra no muere con nosotros, si la humanidad puede vencer su impulso nihilista, aún queda esperanza: observemos el mundo con compasión, a la vez que nos empoderamos para liberarnos del dominio de nuestra creación, con el objetivo de edificar el mundo que queremos, no sobre las ruinas de la civilización, sino sobre los cimientos del hombre y la mujer compasivos consigo mismos y con su entorno. 


© Ahmad Mahmoud/IRIN
 
Hay una única experiencia humana que compartimos todos y todas a lo largo de la historia, una vida que vivir y compartir para el desarrollo pleno de las potencialidades de la humanidad.


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