jueves, 26 de junio de 2014

Los descendientes perdidos


Una eternidad ausente, lejos de la conciencia y de la existencia, sólo interrumpida por la soledad de la vida insistente.
 
Niños caminan a través de una tormenta de arena en la región de Tillaberi, Níger (feb 2012)
© Jaspreet Kindra / IRIN


En ocasiones, el sueño: esa muerte intermitente que nos libera de nuestra existencia.

No hay crueldad en la muerte. Cada hombre y cada mujer aspira a la eternidad. La crueldad está en la vida misma, que nos despierta de ese sueño eterno y nos revela sin compasión que no somos omnipotentes ni omniscientes. La crueldad descubierta en la ausencia de divinidad y en la lucha por la supervivencia.
La vida es una anomalía de lo eterno, un paréntesis absurdo en el que partículas ínfimas del Universo colisionan y se fagocitan unas a otras.

Asumo pues la crueldad de la vida sin esperanza alguna. La observo con compasión en el camino hacia lo eterno. 

Ante el absurdo de la vida no hay actitud más rebelde que la del ser compasivo. Venir al mundo no es un acto de compasión, sino de crueldad y abandono. Somos los descendientes perdidos de la crueldad, nuestra rebelión efímera es la de la compasión.

En ocasiones, la compasión: ese sueño de eternidad que nos libera de la existencia mientras estamos despiertos.


.