jueves, 24 de octubre de 2013

Que venga ese día


Que venga ese día.
El día que nuestros actos trasciendan nuestra existencia;
y sólo sean juzgados por nuestro compromiso con la humanidad.
Porque ninguna Ley puede acusar a quienes defienden la vida,
ni son culpables los que resisten al opresor.




 
En recuerdo de Ken Saro-Wiwa
Señor Juez,

Nos encontramos frente a la historia. Soy un hombre de paz, un hombre de ideas.
Conmovido por la pobreza degradante de mi gente, que vive sin embargo en una tierra rica en recursos, angustiado por su marginación política y por su estrangulamiento económico, dolorido por la devastación de sus tierras, ansioso de proteger su derecho a la vida y a una existencia decente, decidido a introducir en todo el país un sistema democrático justo y equitativo, he dedicado todas mis fuerzas materiales e intelectuales, mi vida misma, a la causa en la cual pongo mi fe y de la cual no podrán separarme chantajes ni intimidaciones. Ninguna duda tengo sobre el éxito final de esta causa, cualesquiera sean los procesos y las tribulaciones que yo y aquellos que en mí creen podamos encontrar en nuestro camino. Ni la prisión ni la muerte podrán detener nuestra victoria final.

Repito que nos encontramos todos frente a la historia. Mis compañeros y yo no somos los únicos procesados. Bajo proceso está la Shell, y no cambia mucho el hecho de que haya enviado un abogado para seguir este caso por su cuenta. La Compañía, en efecto, ha eludido este proceso particular, pero ciertamente llegará su día y entonces las lecciones aquí aprendidas serán útiles. Pues no tengo la menor duda de que pronto será llamada a responder por la guerra ecológica que ha llevado adelante en el delta del río Níger, y de que los crímenes cometidos en el curso de esta guerra serán debidamente castigados. También será castigado el crimen de la guerra sucia que la Compañía Shell ha llevado contra el pueblo ogoni.

Bajo proceso están también la nación nigeriana, los hombres que hoy detentan el poder y todos aquellos que con ellos colaboran. No soy alguien que tema protestar contra la injusticia y la opresión, declaradas inevitables cuando existe un régimen militar. Los militares no actúan por sí solos. Están sostenidos por un conjunto de políticos, abogados, jueces, académicos y hombres de negocios, todos escondidos tras el pretexto del cumplimiento del propio deber, hombres y mujeres demasiado asustados como para lavarse los calzones ensuciados por su propia orina.

Todos estamos procesados, señor juez, porque con nuestras acciones hemos humillado a nuestro país y comprometido el futuro de nuestros hijos. Al legitimar lo aberrante y aceptar dobles estándares, al mentir y sembrar la confusión abiertamente, al encubrir la injusticia y la opresión, vaciamos las aulas, destruimos los hospitales, nos degradamos ante quien cree en valores más altos, busca la verdad, honra a la justicia, la libertad y el duro trabajo. Preveo que la escena aquí se representará y será repetida por las generaciones venideras. Algunos ya han interpretado el papel de villanos, algunos son víctimas trágicas, algunos todavía tienen la oportunidad de redimirse. La decisión es de cada individuo.

Preveo que pronto asistiremos al desenlace de la trama del delta del Níger. En este proceso estamos colocando las premisas. Que prevalezcan o no las formas pacíficas por las cuales he luchado, dependerá de lo que decida el opresor, de las señales que envíe a la gente que espera.

Inocente de las falsas acusaciones que aquí se me imputan, plenamente consciente de mis acciones, me dirijo al pueblo ogoni, a los pueblos del delta del Níger y a las minorías étnicas oprimidas de Nigeria para que se subleven ahora y combatan sin temor por sus derechos. La historia está con ellos, Alá está con ellos.

Porque escrito está en el Sagrado Corán, sura 42, verso 41: "Todos aquellos que combaten contra la opresión no tendrán castigo alguno, pero Alá castigará al opresor".

Que venga ese día.

Kenule "Ken" Beeson Saro-Wiwa (1941-1995)


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miércoles, 23 de octubre de 2013

En el ámbito de lo posible


No elegimos cuándo y dónde nacer. Tampoco cuándo morir.

El principio y el fin unidos por la imposibilidad de escoger y por la incapacidad de repudio.
Nuestra existencia está delimitada por dos hechos gratuitos.

Sin embargo, la vida se desenvuelve en el ámbito de lo posible, y desde que nacemos, eligen por nosotros o elegimos nosotros mismos. La moral, la civilización, las costumbres... se ocupan de aligerar la angustia de la decisión, y dentro de lo posible, como el que sigue una senda sin desviarse, nos marcan el camino a seguir; si bien se permiten ciertas bifurcaciones y evasiones.
Leemos e interpretamos un mapa para no perdernos en nuestra soledad por un camino que indefectiblemente nos conduce a la muerte.

Si no podemos rechazar el instante en que surge o desaparece la vida, pues no forman parte del mundo de lo posible, al menos, sí que podemos rechazar todo aquello que reduce la senda de lo posible al resto de la humanidad. Pues el mapa que manejamos hoy en día nos conduce a la auto-destrucción, y se aprovecha de nuestra soledad para guiarnos como individuos que rehusan elegir.

No puedo dejar de elegir, y en mi responsabilidad de elegir me comprometo con la humanidad para proclamar que hace falta un nuevo mapa: el de la solidaridad, la justicia, la paz, la educación, la cultura y el respeto por la vida.


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