domingo, 22 de julio de 2012

Competencia solidaria


Según un reciente estudio impulsado por unas 25 ENLs y organizado por la Asociación Española de Fundraising, de la población encuestada, aproximadamente 1 millón de personas, el 84% se interesa por el sufrimiento en el resto del mundo e intenta actuar. Un 67% sufre al ver injusticias y tragedias. Y un 86% se siente aliviado, menos culpable, orgulloso e incluso más motivado e inspirado para vivir cuando hace una donación o ayuda a los demás.

Igual que las marcas nos transmiten a través del marketing una idea, una filosofía, una forma de vida que nos identifica con aquello que consumimos, en el mercado de la solidaridad, muchas de las grandes ONGs y Agencias de la ONU se han transformado en marcas registradas cuyo producto es tan etéreo como la felicidad por ayudar a los más vulnerables y necesitados. Grandes multinacionales de la solidaridad y la cooperación internacional que se apoyan sobre el terreno en otras entidades para desarrollar sus proyectos. Un modelo equivalente al de las grandes marcas comerciales que centran su negocio en potenciar dicha marca, y deslocalizan su producción a países del sur con regulaciones laborales, medioambientales y fiscales más laxas que en el norte. Modelos similares, motivaciones y objetivos opuestos.

Paradójico pensar que los habitantes del norte, rico y poderoso, donde la abundancia es la norma y no la excepción, necesiten comprar la "felicidad de ayudar a los demás" a costa de aliviar el sufrimiento de millones de habitantes de un sur empobrecido.

En general, podría decirse que toda ayuda es insuficiente, y gracias a los proyectos de esas ONGs y Agencias de la ONU, millones de personas aún tienen algo de esperanza. Pero, ¿y si lo que falla es el modelo? ¿Qué capacidad tienen las grandes ENLs para competir en el mundo de las marcas comerciales por la captación de fondos frente a gigantes que destinan millones de $ en publicidad para vender "la felicidad del consumo"?

¿Por qué necesitamos comprar felicidad los ricos habitantes del norte? ¿No es acaso el mismo sistema capitalista el que genera un reparto de la riqueza cada vez más desigual? ¿Y no es ese reparto desigual de riqueza entre norte y sur, entre el norte y su periferia, la fuente de la infelicidad y el sufrimiento de miles de millones de seres humanos que habitamos este planeta?


En la lucha contra la pobreza, teniendo en cuenta la escasez de los recursos dedicados a ello y la competencia por conseguirlos, olvidamos a menudo que el esfuerzo voluntarista de miles y miles de personas comprometidas jamás podrá superar el verdadero obstáculo para erradicarla: la codicia.

Por ello, ¿no es la lucha contra la acumulación de riqueza la mejor manera de erradicar la pobreza? La crisis económica mundial que vivimos desde el año 2008 ha sido el catalizador de movimientos de indignación global en contra de las teorías neoliberales que ahondan en la desigualdad y la injusticia social y ambiental. ¿Serán estos movimientos de indignados y occupiers los detonantes de un cambio de modelo a escala planetaria? Un modelo menos individualista y competitivo en el que prime el bienestar general. Una nueva generación de ciudadanía solidaria y socialmente responsable que reclame a sus gobiernos mayor esfuerzo en transparencia, educación, sanidad y protección social. Espero que sí.

Somos el 99%.


© Jaspreet Kindra/IRIN

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