domingo, 19 de junio de 2011

La cuota del caucho

(EN)

Las mujeres violadas en la República Democrática del Congo se enfrentan a diversos problemas para obtener acceso a la justicia. La mujer de 43 años violada en Kamina, en la provincia de Katanga, dice: "Aprecio la ropa que llevaba cuando fui violada y la utilicé para probar la violación ante la corte". Me han pedido que pague Fc 7000, 3000 Fc. por escribir y otras 50 hojas de papel para imprimir. También tuve que soportar los costos de todos los gastos médicos y todavía me veo obligada a vivir en Kamina. Los violadores están libres, y me pidieron que pagase 20 dólares por la demanda y que revocase la decisión de apelar. Perdí la esperanza.
© Gwenn Dubourthoumieu/IRIN

Llora y sufre en silencio. Nadie debe saberlo.
Le duele, pero no puede quejarse.
Es injusto, pero es inútil denunciar.
Grita y no sirve de nada. Nadie le escucha.
¿Por qué? Se pregunta.
Siente rabia.
Se siente culpable.
Es inútil, se siente impotente.
Tiene miedo.
Siente vergüenza.
¿Qué puede hacer? Nadie le ayuda.
Siente que muere.
¿Por qué nos hacen esto?

LA HERENCIA: Tras la conferencia de Berlín de 1884, las potencias Europeas se repartieron el continente Africano. El Estado Libre del Congo se convirtió en propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica, que otorgaba concesiones comerciales para la explotación del caucho y el marfil a compañías como la Anglo-Belgian India Rubber and Exploration Company (A.B.I.R.) o la Societé Anversoise du Commerce au Congo de las que el propio Leopoldo era accionista. El binomio formado por el Estado y por las compañías concesionarias de las explotaciones de caucho convirtió el Estado Libre del Congo en algo muy parecido a un inmenso campo de concentración dedicado a la explotación exhaustiva de los recursos naturales.

Cada aldea nativa debía de satisfacer semanal o quincenalmente una provisión de caucho y alimentos que entregaban a las diferentes estaciones de las compañías concesionarias del estado a cambio de unas compensaciones ridículas en comparación con los beneficios que dichas compañías obtenían de la explotación del caucho. A su vez, los nativos debían trabajar para el Estado en la construcción de vías de comunicación o el mantenimiento del tendido telegráfico. Mano de obra esclava que obligó a muchos indígenas a dejar sus aldeas y refugiarse en aldeas vecinas en el Congo Francés.

Sometidos a condiciones de trabajos forzados, obligados a abandonar la actividad agrícola de la que vivían antes de la colonización, viviendo en condiciones miserables que favorecían la aparición de enfermedades, el relato de los horrores sufridos basta para entender que durante el dominio belga murieran millones de habitantes indígenas. Pero no sólo fueron víctimas de los trabajos en condiciones de esclavitud o de las enfermedades. Cuando un hombre o una aldea no conseguía recolectar la cuota de caucho o alimentos que se le imponía, sufrían todo tipo de castigos físicos por los soldados de las compañías concesionarias, o eran encerrados en prisiones lejos de sus hogares hasta que su aldea satisfacía una multa totalmente arbitraria para su liberación. El asesinato impune de los infractores también era práctica habitual, y para demostrar ante los administradores de las concesiones que la bala se había utilizado para matar a un hombre, debían entregarle la mano, el pie o los genitales mutilados de la víctima. Como muchas veces se utilizaban las balas para cazar, los soldados mutilaban a hombres y niños vivos como castigo por no haber recolectado la cuota de caucho. Otra manera de asegurar la recolección era tomar como rehenes a las mujeres del poblado, que no serían liberadas hasta que los hombres de la aldea consiguieran recoger la cuota asignada. En prisiones inmundas morían de inanición ellas y sus hijos, que no recibían alimentos de sus captores. El relato de los horrores tras más de un cuarto de siglo de colonización Belga no puede dejar impasible a la sociedad actual por más que trataron de ocultarlos a la opinión pública.

Las milicias que controlan los recursos naturales de la actual RD del Congo, la corrupción del Estado, la impunidad de los crímenes, las violaciones masivas, los reclutamientos forzados de niños soldado, el rapto de niñas como esclavas sexuales, el desarraigo, la corrupción de la Justicia, los intereses comerciales son, 137 años después, la herencia del colonialismo. Un colonialismo codicioso que impuso un sistema opresor basado en una soldadesca salvaje, bajo el control de las compañías comerciales, que controlaba un territorio inmenso en ausencia o en connivencia con una administración del Estado corrupta.


Yo también siento vergüenza, igual que la mujer congoleña.
Me avergüenzo de la maldición que el hombre blanco supuso para el continente africano.
Me avergüenzo de su codicia infinita.
Me avergüenzo de la falta de memoria histórica del pueblo Europeo.

Y lloro con la mujer congoleña que ha visto morir a sus hijos e hijas. Que ha sido violada salvajemente. Que sufre en silencio para no ser repudiada. Que sigue cuidando de los suyos. Que no podrá engendrar más hijos. Que vive en soledad, la soledad de la vergüenza y de la injusticia.
Y grito por ella, y por los niños y niñas mutilados. Por los asesinados, por los esclavizados, por los que han quedado huérfanos.

Y también siento rabia. Por millones de asesinatos y violaciones impunes.
Y me siento culpable. Por tantos años de mirar hacia otro lado, por tantos años de no escuchar sus gritos desesperados.

No me siento impotente, más bien esperanzado. Sin miedo y comprometido con la causa de la mujer congoleña, fuerte y resilente, como la mayoría de las mujeres africanas.

Una joven violada en Bamenda, en la provincia de Katanga, dice: "antes de haber sido violada, estaba prometida, pero el matrimonio fue anulado, por supuesto, ahora mi padre tiene que devolver la dote. lLa familia del violador se ha comprometido a pagar... , pero desde entonces, no hicieron nada. Como me quedé embarazada, lo más urgente era liberar al violador para que pudiera apoyarme durante el embarazo. Era inconcebible que fuese a la cárcel. Es mejor que él quede libre para satisfacer mis necesidades y las del bebé. Pero también es importante para él que se case conmigo ahora porque nadie me querrá nunca más.
© Gwenn Dubourthoumieu / IRIN


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