lunes, 25 de abril de 2011

¿Puedes oír su llanto?

(EN)

El llanto en los niños es una respuesta al dolor, al temor, a la tristeza, a la frustración, a la confusión, a la ira, a la incapacidad para expresar sus sentimientos de una manera adecuada. En los bebés se convierte en una forma poderosa y eficaz de conseguir la atención de sus padres. El llanto de nuestros hijos nos despierta en la noche y acudimos rápidamente a consolarles, a calmar su dolor o su miedo. El miedo a monstruos imaginarios que les despiertan en medio de la oscuridad, con el corazón acelerado, buscando desesperadamente unas palabras tranquilizadoras al oído, un abrazo que les dé seguridad y les devuelva el sueño perdido.

En el mundo global en que vivimos, vemos a menudo que una determinada acción en algún lugar remoto del planeta tiene su reacción a miles de kilómetros, como si la Ley de Acción y Reacción gobernase nuestros destinos, y se acelerase el efecto de las fuerzas opuestas que se propagan por el espacio de los medios de comunicación. Esa es la explicación que recibimos cuando un pastor protestante de Gainesville (FL) quema un ejemplar del Corán y provoca la muerte de 12 personas en Afganistán durante las protestas contra este acto. Así también nos explican como unas operaciones crediticias de alto riesgo en el mercado hipotecario en EEUU provocan una crisis económica a escala mundial. La misma explicación sobre como unos devastadores incendios en Rusia han provocado una escalada de los precios de los alimentos básicos que condenarán a la hambruna a millones de personas en otros continentes. De la misma manera, ante catástrofes naturales en cualquier punto del planeta, casi de forma inmediata se organiza la ayuda humanitaria internacional.

Efectos que perduran y efectos que caducan. Reacción inmediata y reacción retardada. Leyes físicas que no explican por qué el ser humano no se adentra en la oscuridad que representa la crisis de valores de este mundo global y se entrega sin más rodeos a consolar a los millones de niños que sufren en silencio, que se enfrentan a diario a monstruos reales como el hambre, los abusos, las violaciones, la falta de oportunidades, la soledad, la explotación laboral, la violencia de las calles, el VIH, la explotación sexual o el desarraigo.

¿No son acaso nuestros hijos? ¿La globalidad y sus consecuencias sólo les afectan en lo negativo? ¿Puedes oír el llanto de las niñas violadas en Haití o en Congo o en Darfur? ¿Puedes oír el llanto de las niñas vendidas y prostituidas? ¿Puedes oír el llanto de los niños soldado? ¿Puedes oír el llanto de los huérfanos del VIH? ¿Puedes oír el llanto de los niños de la calle? ¿Puedes oír el llanto de los niños que trabajan en condiciones de esclavitud? ¿Puedes oír el llanto de los niños y niñas que no pueden ir a la escuela? ¿Puedes oír el llanto de millones de niños y niñas que hoy se irán a dormir con su estómago vacío?

¿No son acaso nuestros hijos?

Ojalá despertemos en esta noche oscura que vivimos para dar consuelo a los millones de niños y niñas que lloran, para aliviar su sufrimiento y devolverles sus sueños perdidos.




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